Vigo360

Como es bien sabido, los conductores de Vitrasa siguen de huelga. Ya sean paros parciales o huelga de día completo, llevamos dos años en esta situación.

Como sucede con las enfermedades crónicas, los usuarios aprendieron a convivir con los paros. Y por ello, el comité de empresa ha decidido utilizar la táctica de sorpresa, eliminando la regularidad de horas y días, lo que impide, por ejemplo, poner los horarios en Moovit.

Pero lo peor no es eso, lo peor es la sensación de que a nadie le importa. En 2012, durante la huelga, el director y los representantes de los trabajadores mantuvieron negociaciones maratonianas para acabar con esta situación cuanto antes. Ahora, las negociaciones son reuniones cada mucho tiempo y donde no se acuerda nada.

Una explicación a esta pasividad la dio el alcalde en unas declaraciones delirantes en su programa. En dicho programa, dijo que la negociación del convenio era imposible debido a que se tiene que negociar con la empresa el quebranto producido durante la pandemia, y que mientras tanto, la empresa no puede negociar nada porque no sabe lo que va a cobrar.

Presuponiendo que esto sea cierto, y tengo razones para creerlo y no creerlo, la primera pregunta que se me ocurre es. ¿A qué espera el alcalde para negociar y desbloquear esta situación? Y lo segundo ¿Se puede saber por qué tardó dos años en dar esta explicación? Si la hubiese dado igual se ahorraba más de una crítica.

Pero lo más importante, acusa nada menos que a la CIG (sindicato más representativo de Vitrasa, y brazo sindical del BNG) de hacer una huelga política contra él. Este señor, como es político, debe pensar que todo funciona como en su mundo, y se equivoca. Además, hay que recordar que UGT, el brazo sindical del partido del alcalde, secunda la huelga.

Y lo más importante, los conductores de Vitrasa tienen el apoyo generalizado de los vigueses, ganado sobre todo, por el esfuerzo, no siempre valorado, que realizan a diario para llevarnos de allá para acá por nuestra ciudad, por un sueldo normalillo, que puede cobrar cualquier trabajador normal. Es obvio que hay gente que odia a los vitraseros, sobre todo por la imagen que dan algunos y la forma que tienen algunos de conducir, más propia de un matón de discoteca que de un profesional de la conducción. Pero son pocos, cada vez menos, y creo que los propios compañeros deberían ponerlos en cintura, porque con su actitud desprestigian a la profesión. Luego están los hinchas del alcalde, pero esa gente dirá lo que diga el alcalde, por lo que ni deben ser tenidos en cuenta.

Solamente actitudes deplorables, como tirar piedras a los autobuses en servicio, o burradas tales como incendiar los vehículos en pleno servicio (en este caso, siendo conspiranoicos, y teniendo en cuenta que la conductora investigada es de UGT, se puede pensar que es un sabotaje contra la huelga, porque este hecho sólo ha servido para perjudicarla) ponen en peligro el apoyo de los vigueses a sus conductores de autobús. Por suerte, parece que se han dado cuenta de esto y hace meses que han cesado los ataques.

Para terminar, si alguien quiere mi opinión, apoyo y deseo que los conductores de Vitrasa consigan un convenio bueno para ellos, y apoyo su huelga (aunque no vaya por las manifestaciones porque algunos piensan que me dedico a denunciarlos a la empresa, y como no me siento bienvenido, no voy). Y condeno y repudio actitudes como quemar autobuses, tirarles piedras o pinchar ruedas, porque eso no soluciona nada y aumenta los problemas. Y creo que los conductores de Vitrasa son, y deben ser, la élite de la conducción, y eso necesita un convenio a su altura, en caso contrario, la empresa corre el riesgo de quedarse sin personal, por lo que debería tener esto en cuenta, por su propio bien. El dinero que se paga a los trabajadores debe ser visto como una inversión, y no como un gasto.

Y lo que merece mi total condena es la desidia (por no decir algo peor) del alcalde de Vigo con respecto a un servicio público como es el transporte urbano, servicio utilizado cada día por decenas de miles de usuarios, que al no tener bus, utilizan el coche (aumentando los problemas asociados al automóvil) o se buscan la vida para llegar a su destino. Y lo peor, parece que ni le importa.