Vigo360

22 de diciembre de 2020. 22:00, una hora en la que la gente va volviendo a su casa después de una jornada de trabajo o de paseo para ir cumpliendo el toque de queda impuesto por el Gobierno debido a la pandemia del COVID. Pero debido a que tocaba renovar las concesiones de transporte interurbano de la Xunta, la concesión que ATSA (atesa en el habla popular) tenía desde que los tranvías dejaron de ir a Baiona, allá por 1968, salió a concurso. Se trataba de la XG883, que juntaba su concesión y la que Melytour ostentaba, de Vigo a Gondomar, Tomiño, O Rosal y Tui, y que tantos problemas daba en Gondomar por asuntos que daban para un artículo. Ambas se presentaron, ATSA incluso se alió con el diablo (Monbus) con tal de conservarla. Y la perdieron por una diferencia mínima, nada menos que una décima de punto. Una décima que ponía fin a 52 años de concesión de una empresa legendaria.

Y en el día y hora antes citados, de la estación de autobuses de Vigo salió el último ATSA, con destino a Baiona, se trata de un viaje que en lugar de ir directo por la carretera PO-552, se desvía para ir a Panxón. Ese honor le corresponde al vehículo 161, un vehículo con un azul más claro de lo habitual en la flota. El vehículo recoge a varios viajeros en la estación, que visitará por última vez, sale de la misma y la bordea para subir hacia Emilia Pardo Bazán. Sube Loureiro y la Avenida de Madrid para bordear la Plaza de España y bajar Gran Vía, donde a la altura del número 98, recogerá a varios viajeros. Baja a la Plaza de América y al principio de Florida recoge a más gente. Y sigue, todo por Florida, dejando atrás los edificios de la ciudad de Vigo para entrar en la carretera PO-552, con distintas naves industriales, comercios y casas. Hay paradas en toda la carretera, y en Roteas, una zona de Vigo donde el Vitrasa no entra, deja a un viajero.

A las 22:30 atravesamos la línea divisoria entre Vigo y Nigrán, pero nadie se baja hasta el casco urbano de Nigrán. En la parada del Concello se bajan dos personas, y el autobús tuerce por Vilameán, para encarar Otero Pedraio y Mariñeiro, y en Jesús Espinosa deja a otra persona.

Sube por la Avenida de Castelao, y se dirige a Ramallosa por la Estrada Pola Vía, por donde circulaban los tranvías antes de que desaparecieran y ATSA se hiciera con la concesión que hoy despide. Y al llegar a la parada de taxis de Ramallosa se bajan varias personas.

Hay un coche de la Guardia Civil en el puente, debido a que Baiona está sometida a cierre perimetral. Pero deciden no parar al bus, que llevaba a tres personas. Atraviesa la otra Ramallosa, la mal llamada Sabarís, que solo es una parte de Santa Cristina da Ramallosa, pero muchos no lo saben. Y llegamos a Baiona, donde se hacen dos paradas, una en el puerto, donde se bajan dos personas, y otra en las cocheras de ATSA, donde se baja el último viajero, que es el que puede decir que ha sido el último viajero de un ATSA (al menos durante 10 años), que recordará siempre a esos coches de línea de color azul oscuro que durante décadas fueron clave en la movilidad del Baixo Miño y el Val Miñor, y su conexión con Vigo, y que en ese momento, a las 23:00, se despide metiéndose en la nave que ATSA tiene en Os Tendais. A partir del 23 de diciembre de 2020 comenzaba el imperio Lugove.

P.D. 1: Los hechos aquí narrados no han sucedido tal cual, son una mera elucubración personal. Me habría encantado ser parte del último viaje de ATSA, pero hacerlo supondría infringir dos normas: el cierre perimetral de Baiona y el toque de queda, que en aquellos días estaba fijado a las 23:00. Y obviamente no me voy a arriesgar a multas cuantiosas, aunque el Gobierno me las tuviera que devolver por orden judicial. Y tampoco le voy a dar el gusto a mis haters de reconocer dos infracciones por escrito.

P.D. 2: Ese día Melytour también decía adios, pero eso a nadie le importa.