Vigo360

Tras meses de paros y nada menos que 108 días de huelga, todos intentamos creer que por fin se iban a terminar las huelgas, los autobuses llenos, con retraso o que directamente no pasan, los escándalos, los jaleos, la sombra de la corrupción, y en resumen, el estar asistiendo de forma estruendosa al hundimiento de una de las empresas que forjaron la identidad de esta ciudad, y que en otros tiempos no muy lejanos, era una empresa que destacaba por ser la más innovadora de Galicia.

Un hecho así, donde el conflicto real (que es de los trabajadores con la dirección de la empresa) ha pasado a un segundo plano, envuelto en una guerra política y mediática, donde, mientras el alcalde y sus minions se dedicaron a soltar toda clase de mentiras (a saber a cambio de qué), otros se dedicaban a denunciar los recortes en el servicio y las mentiras con las que se intentaba engañar a la ciudadanía y ponerla en contra de los trabajadores.

Estos hechos, que son un bochorno total y absoluto, suficientes para hundir el prestigio de Vitrasa y de la dirección actual, pareció no importar. Y cuando los trabajadores, cansados de que tanto la dirección de la empresa como el responsable del servicio (el Concello) se rían de ellos, deciden desconvocar la huelga para coger fuerzas, la dirección dice que no firma porque se van de fin de semana y ya si tal firmamos el lunes. Todo esto, mientras el director se iba a Fitur a pasárselo pipa, o eso parece, porque nadie ha dado una explicación de la razón de su presencia allí mientras la empresa está hundiéndose.

Y por si fuera poco, el servicio no volvió entero, hasta 13 autobuses se quedaron en base, sin que la empresa diera una explicación al público y nos tuvimos que enterar de la causa real, y es que 70 conductores estaban de baja por enfermedades psicológicas asociadas al trabajo, es decir, estrés, ansiedad y depresión. Y luego dirá la dirección que ellos no son responsables de nada.

Los recortes siguieron hasta mayo, de forma inexplicable, porque los laborables funcionaba todo el servicio, mientras el fin de semana “no había conductores” para cubrir todos los turnos.

Pero la dirección de la empresa no es tonta, al contrario, todo este montaje para sacar pasta a costa del servicio demuestra que son malvados e inteligentes, la peor combinación posible. Y como saben que la imagen de la empresa ante la ciudadanía es la misma que la de las aguas fecales, decidieron que iban a ser guays. Durante este verano, hicieron concursos donde regalaron entradas a eventos, noticias patrocinadas, campañas publicitarias y una ampliación de los nocturnos tan publicitada como necesaria. Y ahora también han reformado las lanzaderas de Balaídos (aunque menos de lo que debiera, porque zonas como Chapela y la zona de Ramón Nieto no tienen autobús que las comunique con el estadio al acabar el partido). Obviamente, para la mayoría de personas, esto es como si el señor Burns se pone ropa juvenil para aparentar estar a la última.

Pero los trabajadores no desconvocaron la huelga porque aceptaran lo que les propone la empresa, el fin definitivo de la huelga sería cuando se hiciera una oferta lo suficientemente buena. Pero pasaban los meses, nadie decía nada, y todos pensaron que la huelga se acabó. Y Vitrasa tuvo la oportunidad de acabar con esta broma pesada y la ha desperdiciado, solo se ha subido un poco el sueldo a partir de 2024, olvidando tres años, 2021, 2022 y 2023. Y ya no quiere negociar más, convirtiendo la oferta en un o lo tomas o lo dejas. Y lo de 2023 es para mirarlo aparte.

En los próximos días publicaremos una entrada analizando las cuentas publicadas por Vitrasa en 2023, y son un completo despropósito, que demuestran que o la dirección de la empresa es absolutamente inútil, o dirigen una empresa que no hace otra cosa que tragar dinero y no renuncian a la concesión (como hizo con la línea de Vigo a Madrid), o son una estrategia para fingir pérdidas y darle en los morros a sus propios trabajadores para que dejen de pedir subidas de sueldo.

Como adelanto, en las cuentas aparecen nada menos que hay 11,5 millones de euros invertidos en autobuses (los cerca de 40 que faltan por adquirir en la prórroga, muchos de los cuales deberían haberse adquirido en 2022 y 2023), y que se amortizan enteros en un solo año, porque en 2025 termina la concesión y deben revertir al Concello, así que figuran como pérdidas de 2023 (cuyo balance de explotación da una pérdida de más de 5 millones de euros).

Como es lógico, esto significa que la empresa ha dilapidado ese dinero, porque compra unos autobuses que va a usar unos meses, porque los tiene que entregar al Concello ya amortizados. ¿Acaso el Concello los va a pagar? ¿Acaso no podían usar opciones más lógicas como el renting o incluso el leasing, y así ya sería la siguiente empresa la que se encargaría de adquirir esos autobuses y amortizarlos a 10 años? ¿O acaso se nos escapa algo y eso no se puede hacer? ¿En este último caso no sería mejor no adquirir los autobuses y renunciar a la concesión, por ser imposible de cumplir en las condiciones exigidas?

Por ahora los trabajadores solo se van a movilizar delante de la sede de Vitrasa, pero de seguir así, volverán los paros parciales, las huelgas, los escándalos, jaleos y vergüenza que tendremos que pasar los ciudadanos al ver como un servicio esencial como es el transporte público está en manos putrefactas que juegan con él como si fuera suyo, cuando es de los ciudadanos. Y mientras tanto, los trabajadores y sus familias, a sufrir más, y si Vitrasa trata así a su primer cliente, que son sus empleados, que no harán con el resto de clientes.